El asedio de Nicea fue largo. Las tropas del sultán fueron derrotadas sucesivamente y los defensores, agotados por el largo asedio, pidieron a Kilij Arslan que les concediera la posibilidad de rendirse ante los cruzados. Este aceptó rendirse en secreto ante el emperador bizantino Alejo I, por temor a que los cruzados destruyeran y saqueasen la ciudad.
Cuando los cruzados despertaron el 19 de junio de 1097, vieron los estandartes bizantinos enarbolados sobre los muros de la ciudad de Nicea.
Tras entregar la custodia de Nicea a los bizantinos, los cruzados reanudaron su campaña hacia Jerusalén. Nicea fue la primera gran victoria de los cruzados en Tierra Santa.
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