lunes, 21 de junio de 2021

JOSE MARÍA PEMAN. CINCEL Y MARTILLO


Mucho se ha escrito estos últimos días sobre la retirada de una placa conmemorativa en honor a José María Pemán en su ciudad natal, Cádiz, por decisión de su alcalde, conocido como Kichi, o Chiki (o algo así), y que le otorga su condición de alcalde elegido democráticamente y por unos votantes que suponemos  piensan igual que él. La democracia también permite que en las siguientes elecciones se valore lo que los políticos han hecho y se renueve la confianza o se les eche de sus poltronas bien pagadas por todos. Cada cual a su criterio y con el poder que les da su voto.

Pues entre todo lo escrito por brillantes plumas, queremos reseñar aquí la del maestro Antonio García Barbeito, publicada en ABC de Sevilla de ayer domingo, con el título de CINCEL Y MARTILLO  y que copiamos del muro de Seguidores de Antonio García Barbeito.

Cincel y martillo Cambiaron el callejero, como fue cambiando todo. Era de esperar. Fue un golpe de Estado y ahí no suele haber –no hay- mucha delicadeza con los vencidos. Se fueron a la solapa de las calles y se dieron a quitar nombres y a colocar otros, para homenajear a los que habían destacado entre los vencedores. 

Hubo calles con nombres preciosos que desaparecieron del callejero para dejarle sitio a nombres y apellidos que poco tenían que ver con el lugar. Pero, a fin de cuentas, eso vino tras la guerra, y ya sabemos lo que son las guerras –“Tristes guerras. / Si no es amor la empresa.”-, y ya sabemos lo que somos los hombres. Con la llegada de la democracia, el callejero volvió a experimentar otro cambio, y nombres y apellidos de viejos personajes de la dictadura pasaron a los escombros para dejarles su sitio a otros nombres. Por aquel entonces, hubo un Ayuntamiento –seguramente hubo más- que, si bien quitó nombres del nomenclátor, tuvo el buen gusto de colocar los nombres con los que el lugar conocía esas calles. Y así, nacieron calles con nombres hermosos: calle del Tren, calle de las Campanas, calle de la Marisma, calle de la Fuente, Camino de los Pinares, calle del Río… Nadie, ni de un lado ni de otro, tocó placas de destacados personajes locales que murieron en la guerra. 

Ahí siguen. Sin rodeos: el alcalde de Cádiz, sencillamente, no tiene paladar, ni, mucho menos, gracia y generosidad gaditana, y la hoz y el martillo de su doctrina los ha convertido en cincel y martillo de sus intenciones. Hay que acabar con Pemán, como sea. Una vieja copla popular dice “Te quitaron de mi lao, / no nos volvimos a ver. / ¡Como si escondiendo el agua / se nos quitara la sed!” 

No, no van a acabar con Pemán, porque Pemán, para gloria de las Letras y pena de sus enemigos, que lo odian, no está solamente en la solapa de una calle, ni en un busto, ni en un cuadro: Pemán está en el tuétano de Cádiz, en el alma de Cádiz; en el vino, en la sal, en el mar, en las coplas, en la gracia, en la libertad, en el aire, en el cielo, en la voz del pueblo… “Buen entender es saber / que aquel que se desentiende / todo lo empieza a entender.” Voy a tomar versos del “otro lado”, de Miguel Hernández –a quién tanto admiraba Pemán-, para decirlo: “¿Quién amuralla una voz?” Lo siento por el mezquino alcalde de Cádiz, pero su odio a Pemán sólo hará aventar más su nombre. No, no se le quita la sed al sediento por esconderle el agua. “Estoy acompañado de tantas soledades / que parece que canto con la voz de los otros”, dijo son José María. Nosotros cantaremos con su voz, para que Cádiz suene como nunca: “¿Verdad que te da pena?” No podrán con la pluma el cincel y el martillo.

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