lunes, 19 de agosto de 2019

LA GESTA MAGALLÁNICA, POR EVA DIAZ PEREZ.

Foto de ABC (Valerio Merino)
Recomendamos la lectura del artículo de Opinión de la periodista, escritora y recientemente nombrada Directora del Centro Andaluz de las Letras (ganadora por Concurso y no nombrada a dedo), publicado en ABC de Sevilla el pasado 12 de Agosto.

Imaginemos esa mañana en la que la ciudad se llenó de un fragante olor a clavo de las Molucas y comenzaron a sonar las campanas de las iglesias. 
Por el Guadalquivir ascendía una nave maltrecha, herida, casi rota, con larguísimas barbas de la mar en su casco y en las que podía leerse un cuaderno de bitácora tan terrible como fascinante. 
Unas barcas remolcaban desde Sanlúcar la nao de la que ya nadie se acordaba porque se habían contado leyendas terribles de naufragios y desapariciones. 
De la nave bajaron unos espectros con la mirada perdida de contemplar horizontes de océanos. Encendieron unas velas y fueron a dar las gracias porque en verdad eran supervivientes de un milagro y su relato estaba lleno de prodigios. El mundo ya no fue igual. Qué suerte tenemos de que la ciudad por la que paseamos sea a cada trecho un relato de prodigios. 

Han arrancado los actos del quinto centenario de la Primera Vuelta al Mundo y de pronto algunos lugares —el puerto de las Mulas, el Alcázar, el antiguo convento de los Mínimos— han adquirido un inesperado brillo. Como esos caserones que alguien reforma y mudan de color igual que un moribundo al que le vuelve el pulso y la sangre.

En el Archivo de Indias hay documentos que evocan aquella epopeya, pero durante mucho tiempo han sido sólo legajos, un tema de historiadores. Ahora no. Todo el mundo conoce ya la mítica Circunnavegación, a los protagonistas, el nombre de los supervivientes, la historia de las naves. 
El quinto centenario está en las calles, en las noticias, en las conversaciones de la gente. No sin un punto de chovinismo y orgullo histórico, que tampoco está mal en un país que suele olvidar las páginas más ilustres de su pasado. 
Quizás ha sido el éxito del Año Murillo lo que ha llevado a que la expedición de Magallanes y Elcano sea un tema de moda. Hay quien ya comienza a criticar el hartazgo de la historia de la gesta. Y no son pocos los que van a aprovechar la efeméride para sacar algo de tajada.
Pero, sinceramente, hay que aplaudir que por una vez un asunto de nuestra cultura se convierta en una fiebre nacional. La coartada de la celebración es una excusa perfecta para que nos adentremos en una de las páginas más luminosas de la Historia. Así que celebremos con pasión el hito histórico pero que no se convierta en flor de un día y deje algo más que luces de artificio. 
O aún peor, que luego todo quede en el olvido como ocurrió con la nao Victoria que, según la tradición, terminó pudriéndose en las Atarazanas. Esas Atarazanas que son, por cierto, la pura metáfora de la desidia y el olvido.



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