El 4 de junio de 1966 nace en Roma nuestra admirada Cecilia Bartoli, una de las más grandes mezzosopranos, especializada en obras de Mozart, Rossini, y asimismo obras barrocas de compositores como Vivaldi o Haendel.
En 1985, a los 19 años, Bartoli hizo una aparición en un programa de talentos en la televisión italiana. Riccardo Muti, director del Teatro de La Scala escuchó su actuación y la invitó a una audición. Años más tarde, Herbert von Karajan la invitó a cantar en el Festival de Salzburgo de 1990; sin embargo, la muerte de Karajan impidió realizar su debut.
En esa época, Bartoli captó la atención de Daniel Barenboim cuando éste la escuchó actuando en un homenaje a María Callas en la televisión francesa.
Trabajando con los directores Barenboim y Nikolaus Harnoncourt, Bartoli se concentró en papeles de Mozart, desarrollando una carrera internacional.
En 1988 interpretó a Rosina en El Barbero de Sevilla. El 5 de diciembre de 1991, con tan sólo 25 años, es invitada a cantar en la misa oficiada en la Catedral de San Esteban de Viena donde interpreta su parte en el Requiem de Wolfgang Amadeus Mozart con motivo del 200 aniversario de la muerte del genio de Salzburgo.
No es de extrañar la admiración que sentimos por Cecilia Bartoli, a quien hemos tenido ocasión de tratar en la cercanía en una inolvidable mesa redonda previa a la presentación en el Maestranza de su homenaje de otra Grande, con raices sevillanas: María García (La Malibrán).
Nuestra compañera Emilia Matute le expresó en aquel momento el sueño de verla en una Carmen en nuestro Maestranza y no desfallecemos de que en algún momento ello fuese posible, aunque no son estos buenos momentos para la Lírica ni para abordar una producción de ese calibre.
Por supuesto, Cecilia aceptó encantada esa posibilidad.
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